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10 sep 2020
Jorge Andrada, presidente del Colegio de Enfermería de Madrid, denuncia la situación de preocupación que los profesionales trasladan a la propia institución colegial y exige a las autoridades planificación sin excusas.
Hemos tenido que sufrir una crisis de salud pública de magnitud global para que la sociedad reclame la figura de la enfermera escolar. Todavía es más inadmisible que, tanto la administración estatal, como las administraciones autonómicas, hayan ignorado durante décadas la repercusión que tiene sobre la salud de toda la ciudadanía, que la profesión enfermera desarrolle todo su conocimiento en múltiples ámbitos, como es el educativo.
Esta cuestión que ya veníamos reivindicando tanto los colegios y asociaciones profesionales, como padres y docentes, ahora también es un tema que preocupa a la sociedad en su conjunto porque entiende que las cuestiones relativas a la salud y el bienestar de todos deben promocionarse, proyectarse y realizarse contando con profesionales enfermeras como garantía de la atención, valoración y mantenimiento de la salud, incluyendo a niños y adolescentes y en los lugares donde más tiempo se relacionan y se preparan contribuyendo a una etapa adulta con mejor calidad de vida.
La realidad es que enfermeras y enfermeros acuden a este Colegio para transmitir su preocupación ante la anomalía que supone, no solo no disponer del número suficiente de compañeros en toda la red de centros educativos- públicos, concertados y privados- sino que, los que sí ejercen en los centros, todavía están pendientes de recibir material para la asistencia o instrucciones básicas por parte de la administración autonómica, acerca de protocolos de actuación en coordinación con Atención Primaria y Salud Pública, por ejemplo.
Así pues, las enfermeras y enfermeros estamos asistiendo estupefactos a una guerra de cifras y de excusas incalificable. “Que si se han contratado más enfermeras de las que había”; “Que si no encontramos enfermeras suficientes para contratar”. Estos argumentos suenan a excusas de ‘mal pagador’, porque no se ha enfrentado el origen de la cuestión, que se llama ‘problema estructural por falta de planificación desde el ámbito sanitario y educativo’.
Un problema que venimos denunciando desde el Colegio de Enfermería de Madrid desde hace años. Un problema crónico, consecuencia también de la fuga de talento a otros lugares. Recordemos que en los meses críticos de la pandemia se consiguió que 900 enfermeras de otras Comunidades viniesen a Madrid a reforzar la asistencia, especialmente en Atención Hospitalaria. Sin embargo, la Comunidad de Madrid no estableció ningún plan de incentivos para retenerlas, lo que sí hizo con algún otro estamento. El resultado es que ya en el mes de mayo se marcharon más de la mitad por falta de horizontes profesionales y laborales.
A la situación actual, hay que añadir la sorprendente falta de miras de todas las administraciones, que parece que no han caído en la cuenta de que la figura de la enfermera escolar no es una necesidad puntual. Es una figura esencial en el ámbito educativo porque las familias no solo buscan cobertura sanitaria puntual dentro del horario educativo para sus hijos.
La cuestión es que la sociedad demanda un sistema educativo que incluya el abordaje integral de la salud, desde el punto de vista asistencial, preventivo y de promoción de esta. Proteger nuestra salud no es una necesidad pasajera. Es un ‘modus vivendi’. Una filosofía de vida que se fomenta desde la infancia. Y es la enfermera la profesional capacitada para acometer esa tarea.
Además, la figura de la enfermera escolar no es ‘un invento de ahora’, sino que tiene más de cien años de historia en los países occidentales como Estados Unidos, Francia, Suecia y Reino Unido. A principios del siglo XX, estos países ya contaban con enfermeras que se ocupaban de prevenir la propagación de enfermedades, y de proteger a alumnos y profesores. E incluso, hacían inspecciones en el ámbito familiar, de manera oficial.
Más de un siglo después, en España seguimos sin tener implantada la figura de la enfermera escolar en toda la red educativa. A lo máximo que hemos llegado es a que se contrate a una enfermera de manera puntual en colegios donde asiste un alumno con una patología que requiere atención sanitaria en horario escolar.
Es evidente que estamos desperdiciando como país la oportunidad de aprovechar el conocimiento de unas profesionales que pueden ejercer perfectamente funciones asistenciales en el cuidado integral de la salud de alumnos e influyendo en el fomento de la salud en toda la comunidad educativa. Que pueden acometer funciones docentes en las que planifiquen y desarrollen actividades dirigidas a educar y proporcionar el conocimiento y las herramientas a la comunidad escolar para que adquieran hábitos saludables como parte inherente a su modo de vida.
Al mismo tiempo, la enfermera escolar está capacitada para liderar funciones gestoras (como es la de Coordinador Covid) como parte de un programa organizado de manejo de la información sanitaria del alumno. Por supuesto, la enfermera escolar puede- y debe- desarrollar funciones investigadoras para ampliar y profundizar en conocimientos que ayuden a prevenir y resolver problemas, desde un enfoque profesional e innovador en colaboración con la comunidad docente y las familias.
Como decía al comienzo, nos estamos acordando de Santa Bárbara cuando truena. La realidad es que la profesión enfermera es una parte importante del Estado del Bienestar, porque éste se sustenta, entre otros pilares, en un sistema sociosanitario que se ocupa y resuelve las necesidades de la ciudadanía a lo largo de su vida. Y no solo cuando ‘truena’.
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